La acelerada expansión de los evangélicos en Latinoamérica, donde Argentina no es la excepción, despierta el interés de analistas políticos, sociólogos y pensadores de diferentes esferas.  Los casos de Brasil y Estados Unidos y el foco en la Teología de la Prosperidad suelen protagonizar gran parte de las investigaciones. Además se suele hacer hincapié en que este crecimiento puede poner en jaque a las instituciones del Estado. La pregunta a la que se suele arriba es: ¿el discurso evangélico es un peligro para la democracia?

Sebastián Carnival, Licenciado en Ciencia Política, Magister en Marketing Político y Director de la Casa de Integración y Encuentro (CIE), dio respuesta a esta pregunta en una columna para Enfoque Evangélico que compartimos a continuación. 

El primer peligro es pensar a todos los evangélicos como un cuerpo homogéneo y uniforme que actúan y piensan igual. El siguiente peligro es crear una línea narrativa que estigmatice y vincule a todos los evangélicos con gobiernos o políticos autoritarios y totalitarios. En tercer lugar, es un error pensar a los evangélicos sólo como un actor político, lo cual no permite pensar por qué los evangélicos crecen y se desarrollan en Latinoamérica. 

El crecimiento  exponencial en América Latina se debe a la presencia de las iglesias en los barrios, en los comedores, en la atención a la tercera edad y a las personas con discapacidad; a su vez, la iglesia recupera a los adictos y reconcilia a la familia en crisis.

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